miércoles, 15 de diciembre de 2010

Perdonen que no me levante


Me vais a perdonar pero no estoy para gaitas. Es el tercer día que duermo menos de 5h (mi hija se despierta con miedo por la noche) y llego a la ofi como un zombie chutao de cocacola. Espídica en las tres primeras horas, en las que los efectos de la ducha, el frescor de la mañana y el té se entrelazan como el mimbre en el cesto de Moisés y me tienen a flote...Después mis energías empiezan a decaer paulatinamente hasta el punto en que a las 19h me arrastro literalmente.
Casi al mismo ritmo mi irritabilidad ha ido creciendo, y hacia las 8 de la noche me sale ese sargento esquizoide que llevo dentro y me pongo a dar órdenes (a veces contradictorias) a diestro y siniestro, orientadas a que todo esté resuelto a las 22h para poderme acostar.
El incumplimiento inmediato de cualquiera de esas órdenes es causa de sanción (generalmente consistente en tener que aguantar una charla  dos octavas por encima de mi tono habitual de voz).
Claro que, la sargento, que para algo es esquizoide, al ratito se siente una miserable por no saber controlar el mal humor y hacer víctima de él a todo el que se cruce en  su camino...
Total que me acuesto cansada y culpable, y aterrorizada por lo que me espera esta nueva noche, que amenaza con ser otra noche “movidita”.
Así que, como diría Groucho, hoy,  “perdonen que no me levante

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