Hace unos días mi hijo tenía que hacer el examen de grado profesional de clarinete en el Conservatorio.
Es un examen que una parte de él quiere aprobar, porque significa un logro, (sólo los mejores obtienen plaza en el Conservatorio) y otra no, porque significa dejar la escuela privada a la que ha ido hasta ahora, a sus amigos, a sus profesores…
En la comida, una hora antes de la prueba, se mordió el labio sin querer, precisamente en el sitio donde apoya la boquilla del instrumento. Tres veces se mordió en el mismo sitio, hasta que indignado consigo mismo y sorprendido por la ”malísima suerte” que estaba teniendo dejó la comida inacabada.
Le expliqué que una parte de su mente habla un lenguaje especial, y expresa sus miedos y sus dudas de la única manera que puede, que es manifestándose en su cuerpo, y que en ese momento, estaba gritándole con esa particular y muda voz: -¡NO QUIERO EXAMINARME, NO QUIERO PASAR ESE TRAGO!-
No sé si le llegó algo de lo que le expliqué, pero bordó el examen, y el obstinado mordisco no le molestó para tocar estupendamente. Tanto como para ganar la plaza.