Recientemente
me he acordado de la propuesta que nos hicimos mi amiga Mayte M. y yo hace
muchos años una tarde en París, último
día de nuestras vacaciones, sentadas en el suelo de un parque apoyadas en
nuestras mochilas como respaldo, sin más hacer que ver la gente pasar, sin mas
dinero que 50 pesetas que no podíamos cambiar a francos por ser demasiado poco.
Teníamos pan, queso y 2 manzanas en la mochila para cenar, y el albergue ya
pagado. No necesitábamos más, y disfrutamos de cada segundo que estuvimos allí,
observando el pasear de la gente, escuchando retazos de conversaciones que
pasaban a nuestro lado, oliendo la mezcla de olores de las flores y el
aligustre de los parterres con el polvo del suelo de terrizo
Es ese momento,
constatamos lo bien que nos sentíamos, y lamentamos que no fuera posible
extrapolar esa despreocupación, esa forma de estar a lo cotidiano, a nuestro
día a día en Madrid. Nos propusimos intentarlo, pasear por nuestra ciudad con
nuevos ojos, con la curiosidad del desconocimiento, con la intención de
descubrir tesoros, la cámara colgada al cuello, dispuestas a aceptar todo lo
sorprendente y especial que nos vamos encontrando, y con la parsimonia de
“tenerlo todo hecho”, como si nuestra única función en la vida fuera la de
simplemente “estar”, cambiándola al menos durante unas horas por la de “hacer”.
Supongo que no
hará falta que diga que nunca lo hicimos, pero sigo creyendo que es un buen
ejercicio, y para mí, cada vez más
difícil de poner en práctica.
A veces nuestra única función en la vida es estar, y 50 pesetas son toda una fortuna. A eso se le llama VIVIR.
ResponderEliminarEnhorabuena.
Un fuerte abrazo
saludos Pedro, espero que estés bien
Eliminarun abrazo
Mayte M. volvió a París una semana antes de que escribieras estas líneas. No recuerda exactamente ese instante pero sí las sensaciones de muchos buenos momentos y charlas compartidas en aquel agosto del 91... o no lo recuerda conscientemente porque este verano, 22 años después de aquel momento, le dijo a la amiga que la acompañó a París esta vez que, al volver a Madrid quería vivir la ciudad con intenciones de turista..., uff qué emoción cuando te ha leído... no podía creerlo. Sin embargo, Mayte M. sí cumplió con parte de la misión, es fotógrafa en Madrid, casi siempre lleva una cámara colgada del cuello y le gusta mirar y fotografiar la ciudad con ojos amables, buscando cualquier color que contraste con el gris de lo cotidiano, siempre hay alguna pincelada. Así descubre que además de tráfico, en la Castellana crecen setas o que viven conejos en jardines de María de Molina... gracias
ResponderEliminarMayte M.
¡madre mía! Mayte, esta cantidad de "causalidades" encadenadas me ha puesto los pelos de punta. ¡Aquí hay propósito! un beso, amiga.
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