Cada vez recuerdo más lejanos los días de locura en los que me dejaba la puerta de la casa con las llaves puestas, metía los calcetines recién emparejados en el armario de la cocina o se me olvidaba descongelar comida para el día siguiente, de puro desbordada que estaba.
Ha sido necesario sacrificar actividades tan gratificantes como el yoga o la natación, pero al menos he ganado en tener el pensamiento un poco más cerca de cuerpo, como si hubiera conseguido coser a mis talones aquella sombra díscola de Peter Pan que andaba a su antojo.
Sin embargo, aún me despierto a veces con la sensación de prisa. ¡Qué hay que hacer, qué hay que hacer! Es como una urgencia que se me ha quedado a vivir dentro.
Esa inquietud de tener tareas pendientes, me despierta sin contemplaciones, sin darme apenas tiempo para asimilar que empieza un nuevo día y que puedo disfrutarlo.
Como siempre, el haberlo detectado es haber recorrido ya buena parte del camino para erradicarlo.
Ahora es mas fácil echar de mi casa a ese enanito gritón que me zarandea con tan poca delicadeza. Ese reflejo de ponerme en marcha como una autómata programada para la producción, y saltar de la cama sin mas reflexión que el arremangarme para comenzar la tarea.
Julia, ¡díce mi madre que un grano no hace granero... pero ayuda al compañero!. Así que aquí estoy y aquí me quedo, como primera seguidora.
ResponderEliminarEspero que ésto vaya "in crescendo" en poco tiempo.
Un abrazo.