El balance de la primera semana con el lema “hay tiempo para todo”, es positivo: No he llegado al viernes destrozada, malhumorada y sintiendo que la vida que llevo es una mierda.
Es curioso que cuando piensas “hay tiempo para todo”, de pronto se crea un espacio de “tiempo libre” tangible.
Es el mismo tiempo libre se siempre, poco o mucho, pero el de siempre, porque no he cambiado las actividades. Sin embargo, el poso que me queda de esta semana es que ha habido “tiempos libres”.
Ayer por ejemplo, me permití ponerme a leer ¡antes de cenar! En un rato que consideré “libre”. Ese mismo rato, en otro momento de mi vida habría sido consumido en alguna labor de “perfeccionamiento de la producción”. Me explico:
A veces, si ya están cumplidas las tareas básicas, una se pone por ejemplo, a ordenar cajones que siempre hace falta, (a o dar órdenes a los hijos para que ordenen los suyos, recibiendo por cierto respuestas no muy entusiastas al respecto), o a hacer croquetas porque sabes que les encantan…
Así, cumplimento ese posible “tiempo libre” con las actividades permitidas a una persona que “no tiene tiempo libre”.
Si uno decide que es una persona que no tiene tiempo, el abanico de posibilidades para el tiempo, llamémosle “no clasificado”, se reduce a cosas como ordenar los cajones, preparar comidas con anticipación para congelarlas previendo épocas de menor tiempo libre aún, o mirar en los papelitos amarillos que lleva en el bolso qué cosas pendientes ha ido dejándose por la vida.
De esta manera, hacemos efectivo el adagio “no tengo tiempo libre”, y nos reafirmamos en esa creencia. La creencia se autoalimenta.
Si por el contrario, sustituimos esta afirmación por otra, como en este caso, “hay tiempo para todo”, en el momento en el que, eventualmente no tengo ninguna obligación, mi mente no busca rellenar ese espacio de tiempo con alguna actividad, y lo percibo como realmente es, como tiempo libre.
En ese tiempo libre puedo dormir, ver la tele, meditar, hacer croquetas o no hacerlas, pero sobretodo, lo mas importante es que dejo de sentir que llevo una vida desgraciada, que mi paso por el mundo se reduce a una concatenación de tareas con una perdurabilidad mínima, con una huella inexistente borrada por la siguiente tarea, que a su vez se diluye en la siguiente, para llegar arrastrándome a la cama a recargar energías para poder realizar nuevamente las casi mismas tareas al día siguiente…